Una de las experiencias con las que más disfruto en mis viajes o excursiones es encontrando establecimientos gastronómicos en los que no solo se coma bien, también que estén en algún entorno privilegiado, un edificio histórico...
Experiencias culinarias completas con las que premiar todos los sentidos y satisfacer en la medida de lo posible la curiosidad por conocer lugares históricos que te transporten a otras épocas.
En una población histórica de Vermont, Windsor, curiosamente encontramos un establecimiento que podría cumplir los requisitos, aunque tengo que confesar que tuve mis dudas.
Ya había visitado Windsor en algunas ocasiones, aunque sin detenerme demasiado por allí. Es una población histórica, pero a simple vista se nota que poco queda de la gloria que vivió el lugar en el que nació el estado de Vermont y dónde estuvo la primera capital de este estado.
Vermont tiene muchas poblaciones que parecen sacadas de la pantalla de la tele, de esas películas de Navidad de las tardes de Antena3, pero Windsor no es una de ellas.
Aún así es una parada obligatoria si queremos visitar Vermont y conocer mejor este estado, además de su importancia histórica de la que ya hablaré más en otra entrada que podréis leer pinchando en el siguiente enlace.
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En Windsor es donde salimos al cruzar uno de los puentes cubiertos más importantes de Estados Unidos, aunque técnicamente pertenece a New Hampshire, Cornish-Windsor Covered Bridge.
Muy cerca de allí, una vez que cruzamos el río Connecticut que separa los dos estados, nada más salir del puente cubierto, continuamos por una pequeña calle, Bridge St., y después giramos a la derecha en la calle principal, Main St., para continuar por esta calle hasta que a la derecha veamos una antigua estación de tren, giramos en esa calle, Depot Ave. y ya hemos llegado a uno de estos sitios para descubrir.
A unos 10 minutos andando desde la salida del puente cubierto, imposible perderse, aquí todo es simple, pero os dejo la dirección.
📍 Dirección:
26 Depot Ave,
Windsor, VT 05089
Y más datos de su tarjeta de visitas.
Tampoco hay que dar muchas vueltas para encontrar aparcamiento, hay suficiente en la misma puerta y gratis.
El edificio de la antigua estación de tren no tiene perdida, no es de los más bonitos que he visto por aquí, es sencillo, pero con encanto.
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La historia del ferrocarril en Vermont comenzó cuando los líderes estatales de la época comenzaron a explorar posibilidades en sus reuniones en el año 1840 buscando una solución para mover mercancías a través de la región y la nación.
Unos años después, en 1843 por fin autorizaron la construcción del Ferrocarril Central de Vermont, para atravesar todo el estado, abriendo al tráfico la vía que recorre a lo largo del río Connecticut en el año 1849.
Este edificio fue construido en el año 1900 y abrió sus puertas por primera vez el día 1 de enero de 1901, después de que el edificio original fuese destruido por un incendio.
Con un diseño estándar, el coste total de su construcción fue de $10.000 con un interior moderno en el que tenían luz eléctrica y un calentador de agua.
El interior también contaba con salas de espera separadas para hombres y mujeres, ya que era la costumbre de la época. La zona de los hombres era donde en la actualidad se encuentra el bar y la de las mujeres en la que se encuentra el comedor.
Hasta mediados de los años 60 se usó como estación de tren, hasta que cerró por un tiempo y volvió a abrirse en 1976, aunque esta vez como restaurante y durante los 35 siguientes años con la misma familia de propietarios.
En octubre del 2010 cerraron sus puertas, pero en abril del 2013 los actuales propietarios volvieron a abrirlo.
Un restaurante amplio con capacidad para 65 comensales en el comedor y 13 asientos en la barra del bar, todo lleno con decoraciones y objetos auténticos de estaciones de tren.
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El comedor tiene varias zonas diferenciadas, una más amplia central y luego algunas salas más pequeñas y más reservadas.
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En una de esas pequeñas nos sentaron a nosotros, que además tenía vistas directamente a las vías del tren.
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Desafortunadamente no pasó ningún tren mientras estuvimos allí, quizás en otra ocasión tengamos más suerte.
El sitio parece un museo, está lleno de detalles y es un placer poder pasar un rato allí.
Para quienes disfruten con la temática de los trenes es un sueño, pero incluso para quien no sienta ningún interés especial, es un sitio con mucho encanto.
Lo que no estaba tan segura es que la comida fuese buena, muchas veces este tipo de restaurantes atrae a los consumidores por su estética, pero la parte gastronómica no es la mejor que podemos encontrar.
En principio la carta me sorprendió, con muchas opciones de bebidas, con y sin alcohol, con algunas sidras locales...
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Nosotros pedimos un té helado para mí y un Ginger Beer para Fran.
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El Ginger Beer es un refresco carbonatado, con sabor a jengibre y aunque su traducción es cerveza de jengibre, en realidad no lleva alcohol, aunque se usa mucho para hacer el Moscow Mule, y en este caso al mezclarse con vodka, ya sí es una bebida alcohólica.
Junto con las bebidas nos sirvieron una cesta de pan caliente con mantequilla.
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La carta cuenta con una sección de ensaladas y entrantes, una amplia variedad de pasta casera, alguna opción de pescado y varias de carne.
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En general un poco de todo, sin ser una carta demasiado extensa y con un estilo de cocina italoamericano a precios medios.
Nosotros nos decidimos por pedir dos medias raciones de los entrantes y un plato principal, todo para compartir entre los dos.
FRIED CALAMARI Half $9 Full $14
Buttermilk marinated, spicy marinara
Add sautéed banana peppers $1
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BANGS ISLAND MUSSELS Half $12 Full $17
Saffron, citrus, sweet chili, scallions, garlic toast
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FILET MIGNON $38
8oz roasted beef tenderloin, cabernet demi glace, roasted garlic compound butter, sautéed vegetables, mashed potatoes
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Es un restaurante familiar en una pequeña población, no es un estrella Michelin, pero la comida estaba mucho más decente de lo que esperaba.
Los mejillones son los de Bangs Island, los que suelo comprar en la pescadería de Maine que siempre son un poco más caros que el resto, pero que merecen la pena. Y sobre las cantidades ya veis que para ser medias raciones eran generosas.
El plato principal nos los sirvieron dividido por la mitad, ya de forma individual con suficiente guarnición para los dos.
No llegamos al postre, aunque tienen algunas opciones caseras con buena pinta.
En general fue una comida agradable, con un servicio profesional y amable y sobre todo en un ambiente único.
Incluso si es solo para tomaros algo en el bar, si alguna vez pasáis por allí, os recomiendo que entréis y le dediquéis un rato.
¡A nosotros no nos defraudó para nada!.
Si os gustan los trenes y las estaciones de trenes históricos, no os podéis perder esta otra.
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¿Qué os ha parecido este restaurante?. ¿Os gustaría visitarlo?. ¿Habéis estado en alguno similar?.
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