
A la hora de comprar un árbol de Navidad, muchas gente se pregunta cuál es la opción más adecuada, si uno natural o mejor uno artificial.
En esto, como en todo, hay ventajas y desventajas en cada una de las opciones, así que depende de varios factores determinar cuál es la opción más adecuada para cada uno.
Este año me encontré con esta duda, por primera vez en Estados Unidos, en mi Navidad número 11 en este país, así que la hice pública en la cuenta de Instagram del blog en forma de encuesta y el resultado fue obvio.

Os pongo un poco en antecedente sobre mis circunstancias personales, al llegar a Estados Unidos, lo hicimos con unas pocas maletas y lo más básico, así que teníamos que empezar totalmente desde cero, compra de coche, muebles, menaje, ropa de abrigo... un gasto notable para nuestra economía.
Aún así en el último momento, ya cuando estaban los árboles de Navidad en liquidación, compré uno pequeñito, pensando que ya otro año podría comprar otro mejor. Al final se quedó montado muchos años, hasta que nos mudamos de nuestra primera casa de Harvard Square, unos siete u ocho años en total, perenne en el salón de casa.

Luego vino la primera mudanza y después la segunda, al final poco quedaba del arbolito, se había quedado pelado y había más agujas verdes de plástico por el suelo que en el árbol, así que decidí que era hora de deshacerme ya de él. Intenté venderlo muy barato o donarlo, pero no nada, así que terminó en la basura después de su décima Navidad.