Esta ha sido nuestra cena de Acción de Gracias como residentes en Estados Unidos número 12, pero la primera en la que ambos vamos a celebrarla como ciudadanos estadounidenses, ya que este año yo también tengo la ciudadanía.
El blog cada año me resulta más útil como diario, como memoria externa, porque ya me empieza a costar demasiado ir recomendando una a una todas estas cenas que hemos ido celebrando aquí.
Hay algunas más especiales como quizás la primera en ese lejano 2012.
🦃 Mi Primera Cena de Acción de Gracias
Aún estábamos recién llegados y con una casa casi vacía, además fue semanas después de un huracán que nos había complicado un poco todo, especialmente porque tardaron mucho en instalarnos internet, ya que tenían que restablecer líneas que se habían cortado antes de poner nuevas.
Fue un primer Acción de Gracias bastante diferente, aunque el segundo tampoco fue nada similar al resto que hemos vivido.
Realmente creo que nuestra tradición comenzó con la tercera celebración de Acción de Gracias, la del año 2014, ese año construimos las bases de las tradiciones que seguimos manteniendo.
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Las cenas de Acción de Gracias, en realidad todo el fin de semana de esta festividad, se ha convertido en nuestro fin de semana.
Sin grandes planes, solo comer bien y disfrutar de unos días solos, de relax y descanso en casa, sea cual sea la casa en la que estemos viviendo en ese momento.
Este año nos ha tocado vivirla en otra casa, una bastante diferente a las anteriores en las que hemos vivido de momento en Estados Unidos.
Además no hace mucho, solo unas semanas desde que vivimos aquí, aunque al menos está en la misma región que la anterior, la cabañita del lago, solo que en otra población vecina.
Lo que ha cambiado más ha sido el tipo de vivienda, ahora por primera vez ya no vivimos en casa multifamiliares como los primeros años en Massachusetts y por desgracia tampoco en casa unifamiliar como en la que hemos vivido los últimos años en el lago, ahora vivimos en un apartamento.
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Es un apartamento en un edificio moderno, en el centro de una pequeña población de la Seacoast de New Hampshire.
Y esto ha condicionado mucho, más de lo que me hubiese gustado esta celebración de Thanksgiving.
Por un lado, el residencial es muy moderno, muy participativo, con actividades gratuitas para todos los residentes, con zonas comunes...
Empezando por lo positivo, entre las actividades gratuitas hemos tenido una clase para enseñarnos a preparar tablas de quesos y embutidos, en las que además sorteaban un par de tablas, aunque en este sorteo no he tenido suerte, me pareció un detalle muy bonito.
Fue un evento interesante entre otros muchos como días de cócteles gratis en locales de la zona, desayunos de tortitas americanas...
Además el apartamento es el más pequeño en el que hemos vivido, pero es el que tiene la cocina más grande de todos.
La cocina en sí es más espaciosa y también tiene más armarios para guardar todos los cacharros y lo mejor de todo, una isla enorme en el centro que ayuda bastante.
Lo menos positivo es que los electrodomésticos a pesar de ser un edificio nuevo, solo tiene 4 años, no son de mucha calidad. Lo peor, la placa nos la han dado dañada, el fuego más grande encima, y no quieren cambiarla porque dicen que funciona que es solo estético, pero me preocupa un poco por motivos de seguridad usar ese fuego.
El frigo es tamaño mediano, no es que sea muy pequeño, pero no es el tamaño al que estaba acostumbrada en las anteriores casas y además aquí no tiene el dispensador de hielos como tenía en la casa del lago.
Quizás eso es una chorrada, pero el tamaño no tanto, ya que si recordáis nuestras cenas especiales, siempre cocino muchísimo y a sí, aprovecho para hacer batch cooking.
Si ya que tengo que cocinar platos más elaborados como las perdices en escabeche o si hago pulpo a la gallega y tengo que descongelar un pulpo entero, pues aprovecho para guardar sobras en el frigo para los días siguientes, pero para eso necesito un frigo con espacio suficiente.
Este año al tener el espacio mucho más limitado, me he visto obligada a limitar también la cantidad y variedad de comida y como las perdices no puedo disminuirlas porque vienen en paquetes de seis congeladas, pues he tenido que suprimir entrantes.
Aún así no ha sido lo peor de este Acción de Gracias, porque aunque he suprimido entrantes, al tener más tiempo, he aprovechado para cocinar los postres.
Empiezo con la cena de este año y luego revelo lo peor de todo, aunque seguro que muchos ya podréis adivinarlo.
Durante las cenas en las que incluimos un menú con ingredientes más fuertes, solemos adoptar las costumbres estadounidenses en cuanto a horarios.
Aquí las cenas de Acción de Gracias suelen comenzar sobre las 4 de la tarde, más merienda que cena realmente, y nosotros nos hemos adaptado a este horario, aunque solo sea para cenas de celebraciones.
La mayoría de las elaboraciones de la cena las dejé listas el día anterior, así que el día de Acción de Gracias tengo más tiempo para decorar y disfrutar con las terminaciones de los platos.
El mantel que usé es uno de los que tengo ya en casa y que seguro habréis visto bastante por aquí, pero este año sin planchar, que estoy viendo que últimamente están de moda las arrugas.
La vajilla es la misma de siempre y aún con el mismo problema, no encuentro piezas nuevas que poder incluir, así que las tengo son las que hay, no hay más.
Es una pena que una vajilla tan bonita solo la hayan puesto a la venta un año y que yo no supiese que no la iba a volver a encontrar más.
Como ya sabéis es de Sur la Table, la cadena de tiendas de Seattle que solía frecuentar mucho y en las que hice muchas clases de cocina, hasta que cerraron todos los locales de Massachusetts.
Con las copas me pasó algo parecido con unas que compré en Crate & Barrel, otra cadena de tiendas de decoración y muebles que solía estar al lado de la casa en la que vivimos muchos años en Cambridge, entre Massachusetts Ave. y Trowbridge St. pero que también terminaron cerrando para trasladarla a Boston.
Luego compré unos vasos altos y bajos muy bonitos con motivos de piñas en Williams Sonoma que también suelo usar en las cenas de Thanksgiving.
No solo los vasos, también intento introducir motivos con piñas, como los Tumbler o vasos de cóctel con forma de piña y las decoraciones varias.
Las piñas no son realmente un símbolo de Acción de Gracias, pero es un símbolo muy bonito y en cierta forma está unido a esta celebración, según mi punto de vista.
Es un símbolo de hospitalidad que se remonta a la época colonial, con eso ya hay una cierta unión, al menos en el origen.
El significado de la celebración de Thanksgiving es la de dar las gracias por toda la ayuda recibida por los peregrinos durante el primer invierno al llegar aquí por parte de los nativos.
La piña simboliza la hospitalidad, así que ¿qué puede ser más apropiado y aún más para una inmigrante como yo, que incluir este símbolo al celebrar Acción de Gracias?
Las piñas aquí no se ven en las mesas de Acción de Gracias, esto es algo exclusivamente mío, pero se ven en muchas puertas por toda Nueva Inglaterra y en muchos museos.
En una de las tiendas de regalo de las mansiones museos de Newport, además encontré esta explicación del origen del significado de este símbolo.
Según cuentan, cuando los capitanes volvían a casa después de viajes de negocio en los mares del sur durante los tiempos coloniales, colocaban una piña en frente de la casa del capitán para avisar de que había vuelto a salvo. Y así sus amigos se enteraban de que eran bienvenidos a pasar y tomar una copita de ron con los anfitriones para brindar por la buena fortuna del viaje.
Además de las piñas muchas calabazas, ya que este símbolo mucho más típico de Acción de Gracias no suele estar presente en mi menú, excepto por la tarta de calabazas algunos años.
Pero en decoraciones las encontramos por toda la mesa, además incluyendo las de verdad.
Y hasta en la propia vajilla.
Igual con los pavos, aunque en este caso debida a mi alergia a la carne de pavo, no puedo incluir el plato principal de toda celebración típica de Acción de Gracias, pero como símbolo no falta nunca.
En servilleteros, en velas de varios diseños...
Y este año he vuelto a comprar los pavos de chocolate de Vermont que quedan perfectos para decorar los platos.
Nosotros porque solo somos dos, pero en una mesa con más gente son un detalle muy bonito para compartir con los invitados.
Además vienen envasados individualmente en bolsitas de plástico, por lo que si no quieren comerlos en ese momento, los pueden guardar para después u otro día.
También añadí algunas luces de colores y velas, pero no las encendimos hasta que no oscureció del todo y luego no hice más fotos.
Al final el resultado es muy similar al de otros años, especialmente porque no compré nada nuevo, solo usé lo que ya tenía en casa de otros años.
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Ni siquiera compré las calabazas reales que añadí en la decoración, son las mismas que me dieron en la clase de decoración de calabazas para Halloween que hicieron en mi residencial, aunque yo pasada esta festividad les quité las decoraciones y las reciclé para Thanksgiving.
En cuanto al menú las perdices siguen siendo el plato principal de nuestra cena, aunque este año ni me he complicado en intentar buscarlas, directamente he comprado las codornices congeladas y las he sustituido en la receta por las perdices.
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Este año las compré en el supermercado portugués de Massachusetts, aunque las codornices no suelen ser tan complicadas de encontrar, ni tampoco son muy caras.
🐓 Mercado Portugués en Massachusetts
Y como entrantes, nos hemos limitado a las ostras fritas, aunque este año también he tenido más dificultad en encontrarlas.
No había las que vienen ya en un recipiente de plástico en el Whole Foods, donde siempre las suelo comprar, pero las pude encontrar en una pescadería de Maine.
De bebidas tuvimos limonada de matcha, Coca Cola y sorbete de lima, todo sin alcohol.
Al final una cena sencilla, con las ostras rebozadas fritas de entrante con salsas y las codornices en escabeche.
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Como siempre con patatas fritas de guarnición, eso no puede faltar con las perdices/codornices porque son perfectas para mojar en la salsa del escabeche.
Los postres que preparé fueron la tradicional tarta de calabaza o Pumpkin Pie y unas madeleines en un molde nuevo que compré hace tiempo, pero que aún no había usado con motivos otoñales.
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La tarta de calabaza no es mi preferida, además ninguna de las que he probado aquí me ha gustado. Creo que porque llevan muchas especias y la mezcla de todas no me convence nada, además de que algunas por separado tampoco.
Sin embargo, esta receta me sorprendió desde que la probé, no es que se haya convertido en mi tarta preferida, pero tengo que reconocer que está bastante buena.
Tenéis la receta paso a paso con más detalles ya desde hace algunos años en el blog.
La receta hice más o menos la tradicional, aunque con reducción de cantidad de especias y añadiendo un poquito de vainilla, pero luego la decoración ya fui un poco más por libre.
Normalmente las suelen servir sin decoración o como mucho con un rosetón de nata en el centro. Yo le añadí el rosetón, uno grande y le coloqué un pavo de chocolate encima.
También adorné los bordes con un poco de nata y unos sprinkles con forma de calabazas.
La textura por dentro es como de flan, un poco más espeso, pero similar.
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Y las madeleines que solía hacer tanto, hasta que se estropeó el molde con forma de concha que tenía y lo tuve que tirar.
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La receta también la tenéis ya desde hace años en el blog.
El molde no lo había usado nunca y esta era la ocasión perfecta porque aunque las madeleines no son nada típicas de estas fechas, al tener esa forma tan otoñal, le daban el toque perfecto.
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Además son muy sencillas de hacer, no requieren ingredientes muy rebuscados y teniendo en molde, lo demás es bastante básico.
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Encima de todo aguantan bien unos días, aunque recién hechas están más esponjosas, pero se pueden conservar fuera de la nevera perfectamente en un recipiente con cierre hermético.
¡Ideales para desayunos del fin de semana largo de Acción de Gracias!.
Lo que no me gustó mucho es que al espolvorearlas con azúcar glass pierden un poco la forma, creo que quedarían mucho mejor cubiertas de chocolate o incluso sin nada.
No llegamos al postre, aún habiendo servido menos cantidad y variedad de comida fue imposible, pero disfrutamos de ellos a la mañana siguiente, bueno y la siguiente también, además de compartir un poquito con uno de nuestros nuevos vecinos.
¿Habéis adivinado ya lo peor para mí de esta nueva vivienda en la que vivimos?
Son los ruidos, lo que más temía porque desde la pandemia y el encierro autoimpuesto por nosotros en la casa de los ruidos, he desarrollado una tolerancia mínima a ciertos ruidos.
No me molesta el tráfico, no me molesta el ruido de los animales... pero me molesta muchísimo la música y la tele, especialmente las vibraciones de la música.
No estaba nada convencida de mudarme aquí o a otro residencial. Cuando salí de Massachusetts tenía muy claro que si me iba de allí sería para no tener vecinos jamás, pero las circunstancias me han obligado a tener que aceptar vivir en uno, muy a mi pesar.
Este tiene normas estrictas en cuanto a ruidos y humos, está prohibido fumar y además en New Hampshire no es legal la Marihuana, a diferencia del resto de estado de Nueva Inglaterra.
Las primeras semanas estaba bastante contenta porque es un residencial bastante silencioso, apenas se escucha nada, incluso por los pasillos, pero eso ha cambiado con la mudanza de nuevos vecinos que viven justo debajo de nosotros.
No los conozco, pero desde que se mudaron de vez en cuando se fuman sus porros y ponen música fuerte y la tarde de Acción de Gracias fue una de esas veces.
Así que este año mi plan de estar relajada y tranquila después de la cena se ha ido al garete.
Y mi plan de no comprar nada en el Black Friday también, porque tuve que ir a por unos AirPods Pro. Yo que siempre he dejado en las cajas todos los auriculares que venían con los móviles sin estrenar porque me molestan.
Este ha sido nuestro duodécimo Thanksgiving, uno que espero poder mejorar el próximo año, pero que al menos espero que sea tan bueno, incluso con las partes negativas, como el de este año.
¡Feliz Acción de Gracias!.
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